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Chocolate, divino tesoro.


Leyendo los textos del reconocido cronista gastronómico Giles Brochard, aprendí que nuestro chocolate mexicano fue ignorado por los conquistadores durante el primer siglo de la conquista, pues durante ese tiempo solo lo bebían los indigenas, quienes lo consumían frío mezclado con pinole, chile y achiote, usando este último mas como pigmento que como especie. “Esta forma de tomar el cacao, que hacía las delicias de la nobleza azteca, solo inspiraba repugnancia a los españoles, que despreciando su consumo, se contentaban con comerciar con los indigenas que lo pagaban muy caro”. [Brochard, 7].

 

Fue en el año 1580 cuando según explica el cronista, los españoles comenzaron a beber chocolate frío servido con azúcar, y mas tarde con vainilla y canela; empero, fueron los holandeses y no los españoles quienes desde 1634, embarcaron hacia Amsterdam los primeros cargamentos de cacao y con ellos la moda de tomar la bebida caliente. Propiciando en Europa una autentica fiebre por el producto que vio reflejado su auge en las altas esferas de la sociedad europea de ese tiempo.

Se considera que Europa quedó cautivada por el chocolate cuando en 1625 los ingleses reciben su primer cargamento de cacao. Entonces nacen los salones españoles, parisinos, italianos, e ingleses para beberlo.


Fue el ingenio holandés el que hizo mas por el chocolate que ahora conocemos, pues con el tiempo se las ingeniaron, para crear las primeras tablillas de chocolate para beber. El chocolatero holandés- Coenrad Van Houten, creó en 1825 la primera prensa hidráulica para emulsionar la pasta de cacao, extrayendo la manteca de cacao y mejorando así las propiedades digestivas del brebaje.



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